lunes, 7 de septiembre de 2009

El libro de los gatos IV

El gato recorre el mundo
El gato en la antigüedad, tiempo de mitos y éxitos


El gato está viviendo actualmente un largo período de gracia. Pero no siempre ha sido así, a pesar del exitoso arranque de las relaciones entre gatos y hombres, la convivencia de su especie y la nuestra ha sido más bien accidentada y repleta de altibajos.
Sin embargo al principio todo iba bien…



Mientras el astuto clan de los fenicios, avezados comerciantes e intrépidos contrabandistas, pergeñaba la idea de hacerse con el sabroso tesoro divinizado en Egipto para exportarlo allende los mares y hacer fortuna, en el Mediterráneo oriental, en Asia menor y Asia meridional, en la lejana India y en otras partes del mundo se iba intensificando la afición a los grandes y pequeños felinos salvajes. Estaba claro que el gato iba a triunfar donde fuera que llegara, no en vano, como dijo Victor Hugo, «Dios creó al gato para ofrecer al hombre la oportunidad de acariciar a un tigre».



En Grecia consideraban que el gato era el animal totémico de la diosa Artemisa, ya que ella lo había creado para retrucar en tono burlón al envite de su hermano Apolo, que previamente había creado al león con la idea de asustar a la valiente diosa de la caza. Ya entonces se pensaba que los mininos poseían poderes mágicos, especialmente los gatos negros, y se suponía que esparcir sus cenizas sobre los campos de cultivo mantenía alejadas a las fieras y a las alimañas.



En Roma, la comadreja, que había sido durante siglos el raticida de elección, fue sustituida por el gato tan pronto éste demostró ser un cazador extremadamente habilidoso y eficiente. Los romanos también asociaron al gato con Diana, la Artemisa romana y diosa de la caza y de la luna, dotada de la agilidad, la gracia, la ligereza y la habilidad para la caza de las que tan bien provisto andaba el protagonista de nuestra historia. También aquél fue un tiempo ventajoso para el gato, pues su utilidad fue tanta que alcanzó el reconocimiento de todos y mereció el nombre de ‘genius loci’ asumiendo un papel tutelar en la casa.



Una leyenda hebrea atribuye el origen del gato al peliagudo problema que se suscitó en el Arca de Noé cuando empezaron a procrear como locos los pequeños y astutos ratones. Resulta que entonces todos los felinos eran demasiado grandes, así que los menudos roedores campaban a su aire sin predador que los pusiera en apuros. Entonces Noé pidió ayuda a la leona y ésta estornudó varias veces y en cada estornudo brotó se su nariz un gato. Así fue como el problema quedó conjurado.




Los árabes tuvieron a los gatos en gran estima. El mismo profeta Mahoma tenía varios gatos a los que cuidaba con cariño. Cuentan que una vez que su gata Muezza se había quedado dormida sobre la túnica del profeta, alguien requirió su presencia y él prefirió sacrificar la prenda cortando el trozo sobre el que la gata dormía, que despertarla.
***


Pues sí, hasta aquí todo parecía pintar bien para el precioso gato, pero pronto la cosa empezó a estropearse…

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